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lunes, 25 de marzo de 2013

LA HISTORIA DEL CINE

El nacimiento de la fotografía se sitúa en 1839, cuando Joseph N. Niepce obtuvo, tras una larga exposición, obtener una sombra. Fue un avance que para el hombre de la calle pasó desapercibido, pero no para aquellos científicos, empresarios e intelectuales que se dieron cuenta que algo estaba pasando en el mundo de la obtención de imágenes. En apenas unos años, este nuevo procedimiento enfrentó a pintores y fotógrafos, ya que los pintores pensaban que la fotografía iba a acabar con su trabajo.
 La fotografía hacia finales del siglo XIX se socializó de tal manera que muchos ciudadanos en todo el mundo podía disponer de una cámara. Y la fotografía fue el soporte que animó a otros inventores en pensar en cómo se podía obtener una imagen en movimiento.

Desde finales del siglo XVIII ya se proyectan imágenes fijas que se intentan animar mediante procedimientos como la linterna mágica -que había sido inventada por Athanasius Kircher- y otros artilugios llamados Phantascopio (Etienne Robertson en 1799), Praxinoscopio (Emile Reynaud en 1880) o Zoopraxiscopio (Eadweard Muybridge en 1881).

Antes de dar a conocer el Cinematógrafo, en diversos países de Estados Unidos y Europa varios inventores estaban trabajando en varios sistemas que tenían un objetivo común: el visionado y proyección de imágenes en movimiento. En la mayoría de los aparatos el visionado de las imágenes sólo se podía hacer de manera individual; El más conocido fue el Kinetoscopio de Edison
 El Cinematógrafo llegó a ser una realidad cuando todos los procedimientos y sistemas de captación y fijación de imágenes permitieron alcanzar la mayoría de edad necesaria para ser presentado al público como un nuevo espectáculo. La existencia del Cinematógrafo se hace oficial en la primera proyección pública que organizan los hermanos Auguste y Antoine Lumière en 1895 en París, en el Boulevard de los Capuchinos donde proyectan las primeras imágenes en el pequeño salón causan sorpresa y hasta temor entre los espectadores presentes, alguno de los cuales al ver La llegada del tren a la estación creyeron que se iba a salir de la pantalla y llegaron a levantarse del asiento.

Durante unos años, los temas de las películas se repiten con cierta frecuencia, y los espectadores se dejan atrapar, sobre todo, por aquellas que les resultan más sorprendentes. En esta línea trabaja en mago francés Georges Méliès que comienza a dirigir una serie de películas que tienen muchos trucos y efectos, imágenes mágicas en las que desaparecen personajes (Escamoteo de una dama, 1896), chocan trenes, crecen los objetos y hasta se puede viajar a lugares desconocidos (Viaje a la Luna, 1902).


Esta línea creativa la desarrollará el español Segundo de Chomón, que compite con Méliès en la producción de películas sorprendentes (El hotel eléctrico, 1908).

Se podría decir, que para nosotros, esto es la prehistoria del cine que conocemos hoy en día, que ha evolucionado mucho, y sigue desarrollándose  para hacer sentir al espectador que realmente está viviendo en la historia narrada

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